miércoles, 11 de mayo de 2011

HUELE A SAL

Londres, 7 de la mañana, un día de sol para las nubes y un día de oscuridad para todos. Las maquinas de vapor trabajan a toda marcha.
En el mercado hay un conjunto de olores que llega a asfixiar, una multitud enorme pasando por las callejuelas, rozandose entresí, no hay espacio pasa poder ir al tenderete de al lado, gritos, calor, vapor de las fabricas, mujeres que intentan venderme collares, pañuelos de la India, senseres de baños... el ruido de cortar tajantemente el pescado, el olor de los desperdicios al lado de cada puesto -niña ahi con lo guapa que ere no quieres un pañuelito, que son muy baratos- no, no, muxaxa comprame estos aretes hermosa, no los pañuelos, no los aretes, los cosmético de piel, delantales, anillos, guapa, hermosa ¿qué me compras? 
   Las mujeres insistian, y me acorralaba contra el puesto de pescado, el pescadero : señora compre un buen pescado, el mejor de todo el mercado, mire a los pescados, y entre lo de mejor color moscas semi espanchurradas e incluso alguna peleandose por chupar el ojos de aquel besugo. Solo había ruido y más ruido, no pensaba con claridad, estaba chorreando de sudor, el agobio... no me encontraba bien. Empece a desenfocar la vista, hacía mucha calor, mis ojos estaba viendo a la gente pasar lentamente, un color amarillento rebestia mi piel.
Pasando de lado entre la masa de gente, una brisa fresca con olor a mar rozó mi cara, estaba a punto de desmallarme. Consegí salir, medio me caí...
-¿señorita esta bien?
(no podía responder)
¿señorita?
                            

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